viernes, 8 de febrero de 2013

Cap. II - Verdades fundamentales: Jesucristo, fin último de esta devoción (TVD, 60-62)



Capítulo II – Verdades fundamentales
de la devoción a la Ssma. Virgen
60. Habiendo mostrado hasta aquí algo de la necesidad que tenemos de la devoción a la Ssma. Virgen, es necesario decir en qué consiste esta devoción, lo que haremos, con la ayuda de Dios, después de haber expuesto algunas verdades fundamentales que arrojarán luz sobre esta grande y sólida devoción que deseo descubrir.

Artículo I
Jesucristo es el fin último de la devoción a la Santísima Virgen
Primera verdad
61. Jesucristo, nuestro Salvador, verdadero Dios y verdadero hombre, debe ser el fin último de todas nuestras devociones; de lo contrario, serían falsas y engañosas. Jesucristo es el alfa y la omega, el principio y el fin de todas las cosas.
No trabajamos, como dice el Apóstol, más que para hacer a todo hombre perfecto en Jesucristo, pues en El solo habitan toda la plenitud de la Divinidad y todas las otras plenitudes de gracias, de virtudes y de perfecciones; pues es en El solo que hemos sido bendecidos de toda bendición espiritual; pues es nuestro único Maestro que debe enseñarnos, nuestro único Señor de quien debemos depender, nuestra única cabeza a la que debemos estar unidos, nuestro único modelo al que debemos conformarnos, nuestro único médico que nos ha de curar, nuestro único pastor que nos ha de alimentar, nuestra única vía que nos ha de conducir, nuestra única verdad que debemos creer, nuestra única vida que nos ha de vivificar y nuestro único todo que en todas las cosas debe bastarnos.
No nos ha sido dado otro nombre bajo el cielo que el nombre de Jesús, para ser salvados. Dios no nos ha puesto otro fundamento de nuestra salvación, de nuestra perfección y de nuestra gloria que Jesucristo: todo edificio que no esté construido sobre esta piedra firme está fundado sobre arena movediza y tarde o temprano caerá infaliblemente.
Todo fiel que no esté unido a El como un sarmiento al tronco de la viña caerá, se secará y no servirá más que para ser arrojado al fuego.
Si estamos en Jesucristo y Jesucristo en nosotros, no debemos temer condenación alguna; ni los ángeles de los cielos ni los hombres de la tierra, ni los demonios de los infiernos, ni ninguna otra criatura podrá hacernos daño, pues no nos puede separar de la caridad de Dios que está en Jesucristo. Por Jesucristo, con Jesucristo, en Jesucristo, lo podemos todo: rendir al Padre todo honor y gloria, en unidad del Espíritu Santo; hacernos perfectos y ser a nuestro prójimo buen olor de vida eterna.
62. Así, si establecemos la sólida devoción a la Santísima Virgen, no es sino para establecer más perfectamente la de Jesucristo, no es sino para brindar un medio fácil y seguro de encontrar a Jesucristo. Si la devoción a la Santísima Virgen alejara de Jesucristo, habría que rechazarla como una ilusión del diablo; pero   ¡bueno fuera! Muy por el contrario,  como he mostrado y he de seguir haciéndolo más adelante, esta devoción nos es necesaria para encontrar perfectamente a Jesucristo, amarlo tiernamente y servirlo fielmente.

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Traducido del original francés por nuestra Redacción, conservando todo lo posible las expresiones del Santo
© Traducido del original francés, tratando de conservar el estilo de San Luis María Grignion de Montfort, por la Redacción de ipsaconteret.blogspot.com - Luis María Mesquita Errea - Elena B. Brizuela y Doria de Mesquita E. - Ezequiel María Benedicto Mesquita

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